fbpx

¿Alguna vez te preguntaste por qué aceptar algo si no te gusta? En algún lugar aparece esta pregunta porque no todo lo que sucede o todo lo que somos nos agrada, y la idea de resignarnos tampoco nos cierra.

Sin embargo, muchas veces se confunde la resignación con la aceptación, como que aceptar algo significa resignarse a ello, y eso invade a la aceptación de un tinte muy negativo y pesimista. 

Es tiempo de desmitificar esta asociación.

El mayor error de interpretación de la aceptación es, justamente, que si nos limitamos a aceptarnos tal como somos, vamos a perder la motivación que nos mueve a cambiar y desarrollarnos.

Así, la aceptación se puede interpretar erróneamente como una excusa para conservar los malos hábitos o puede darnos a entender que nos resignemos a ser tal como somos.

Y eso, deja un halo de indefensión, porque al final, siempre hay aspectos de uno mismo, de nuestros vínculos o del mundo que podrían mejorarse.

Lo sorprendente es que, no obstante, como señala el psicólogo Carl Rogers: “…cuando me acepto a mí mismo tal como soy, es precisamente cuando puedo cambiar”.

Lo curioso y paradójico es que, es aplicando la aceptación en nuestras vidas, con total apertura a nuestra vivencia tal y como es, que se da el salto fundamental que abre la vía del cambio autentico y perdurable.

Esto aplica a nuestra propia persona, a nuestros vínculos con los otros (en lo que depende de nuestra parte), y también lo que podemos hacer para influir en el mundo entero.

Cuando me doy espacio para reconocer mi experiencia completa y la integro en mi contexto más general, puedo ver cuáles son los actos más prudentes o los pasos que seguir para ir hacia donde quiero en función de lo que me importa.

Ahora bien, ¿qué podemos hacer cuando aparece un invitado indeseado?

En ocasiones cuando la vida nos trae algo que no nos gusta no sabemos cómo reaccionar. 

Un invitado indeseado podría ser cualquier emoción que te incomode, alguna cosa que te preocupe o pensamientos que te tienen en bucle y te impiden actuar.

Cualquier pensamiento, emoción o sensación física que te resulte desagradable o pueda hacerte daño, es un invitado indeseado.

Imagina que haces una gran fiesta para todos tus amigos, y en el medio de la fiesta suena el timbre y aparece Brian.

Brian es una de las personas que más te molestan, es gruñón, se queja mucho y huele mal. Es la última persona que querrías en tu fiesta. 

Sin permiso y sin saludar, entra a tu fiesta, actúa raro con tus invitados, es rudo, y se sirve a sí mismo la comida. Tú te sientes enojado, avergonzado, molesto, y decides echarlo de tu fiesta. 

Cuando se va, te sentís aliviado y logras disfrutar de la fiesta, pero al rato vuelve, y nuevamente entra corriendo y sin permiso empieza a charlar con tus amigos.

¿Qué harías en esta situación? ¿Piensas que volverías a echar a Brian, o tratarías de disfrutar de la fiesta a pesar de él?

Detenete unos momentos para reflexionar cómo aplica esta metáfora en tu vida cotidiana.

Ahora imagina que vuelves a echar a Brian y te quedas vigilando la puerta, pero te das cuenta de que te estás perdiendo la fiesta. Todos se están divirtiendo menos tu.

El pensamiento de que Brian pueda volver te molesta, pero te das cuenta de que es más importante compartir la fiesta con tus amigos. Entonces decides volver a la fiesta, y aunque Brian regresa, sigues hablando con ellos.

Y de repente te das cuenta, de que, aunque él este ahí, puedes pasarla bien igual. ¡Incluso tiene un extraño sentido del humor y se hace amigos!

7

 Entonces, ¿cuál es la diferencia entre aceptar algo y resignarme a ello?

Esta es una buena metáfora para empezar a ver la diferencia entre aceptar algo y resignarte a ello. Cuando nos resignamos estamos frente a la puerta luchando contra la idea de que Brian pueda entrar a la fiesta. 

Tú estás ahí reconociendo la existencia de Brian, pero haces un esfuerzo enorme para minimizar su impacto. 

Y sin darte cuenta, ese esfuerzo te cansa, te quita disfrute, y de ahí la negatividad o el pesimismo que rodea a la resignación.

Resignar algo es estar en guerra con eso. El que no acepta a su invitado indeseado, se queda en la puerta bloqueando la entrada, quejándose de ello, comentando la injusticia y rumiando a toda máquina.

¿Ves la diferencia?

  • El que acepta, disfruta.
  • El que se resigna, lo pasa mal, y encima, se pierde la fiesta.

¿Qué es la aceptación?

Aceptar algo es mantenerte abierto y recibir lo que aparece momento a momento, verlo como es, sentirlo como lo sientes. 

Es poder reconocer lo que sucede con apertura, y es necesario para tomar decisiones conscientes sobre cómo accionar y moverse en el mundo.

Sin que hagamos nada, sin ninguna intervención de nuestra parte, todo lo que tiene que ver con cómo percibimos las cosas – nuestros pensamientos, emociones y sensaciones físicas – va a cambiar. 

Y eventualmente, las situaciones del exterior también van cambiando todo el tiempo, porque nada es permanente.

Sin embargo, desde pequeños, nos dicen “no llores que los niños buenos no lloran”, “no hay por qué sentir miedo, no pasa nada”. Y nos enseñan a resistir y luchar contra esas experiencias, en lugar de dejarlas fluir, que sirgan su curso natural, experimentarlas y que se vayan solas. 

En este sentido, aceptar algo significa no pasar por alto una verdad importante: la creatividad y las posibilidades inagotables de la vida, e implica tomar contacto con la verdad de que nada es permanente en nuestras vidas.

Ya que todo cambia todo el tiempo, no sabemos realmente cómo van a desenvolverse las cosas, y eso permite abrirnos a la esperanza para avanzar con más vitalidad y fuerza de voluntad.

Una metáfora diferente.

La aceptación es básicamente como sentarse a observar las nubes. Simplemente estás ahí, acostado en el césped, mirando el cielo sin resistencia.

Pero imagina ahora, que con ciertas nubes que observas, te enfadas porque no tienen la forma que te gustaría que tuvieran. Entonces te pones a maldecirlas y gritarle al cielo que esas formas no son las que creías que tendrían esas nubes.

Suena un poco infantil, ¿no? Y, sin embargo, es lo que a veces hacemos en la vida. 

Vemos las cosas que suceden queriendo cambiarlas, nos quejamos y maldecimos porque no son como quisiéramos que sean y tratamos de controlarlas.

Existen situaciones fuera de nuestro control. La mente nos permite hacer planes, analizar problemas, dar forma al mundo exterior, pero hay cosas que se nos escapan.

Especialmente todo lo que tiene que ver con nuestra experiencia interna: pensamientos, emociones y sensaciones físicas. En verdad no tenemos control sobre casi nada… 

No solo no controlamos nuestra propia experiencia interna, menos aún podemos controlar la experiencia de los demás: los pensamientos, juicios, recuerdos o emociones de otras personas. 

Sólo podemos influir en los otros a través de nuestros actos, y lo mismo el mundo entero, solo podemos influir en el mundo a través de nuestras acciones. 

Entonces lo único que podemos hacer esta en nuestros actos, que igual no es poco, porque en este sentido encuentro mi libertad, pudiendo decidir desde mis propios valores, aquello que da una dirección de sentido a mis actos en función de lo que me resulta importante.

La resignación, en cambio, es una postura que muchas veces nos deja sintiéndonos víctimas de las circunstancias. No emitimos esfuerzos activos para solucionarlo porque creemos que no puede cambiar, pero, a diferencia de la aceptación, se vive como un estado interno de resistencia, de lucha. 

Queremos huir del estímulo (interno o externo), pero cuando nos damos cuenta de que estamos obligados a padecerlo por falta de recursos o por la naturaleza de la situación que no me da opción, me resigno a sufrirlo pasivamente.

¿Qué tiene que ver la aceptación con mis valores?

Como veíamos en la metáfora del invitado indeseado, cuando no aceptamos la presencia de alguno de estos invitados, lo que hacemos es conectar nuestras acciones a quitarnos de encima esos invitados.

Es decir que aquello en lo que invertimos nuestro tiempo y esfuerzo, en lugar de ir hacia lo que nos importa para disfrutar de las cosas que tenemos en nuestra vida, se nos va hacia evitar o luchar contra aquello que no nos gusta.

Cuando no hay ningún invitado indeseado que pensamos que tenemos que quitar, nos damos espacio para pensar en cosas como:

  • ¿Qué quiero hacer hoy para disfrutar más del día?
  • ¿Qué es interesante para mí en este momento?
  • ¿Qué es lo importante de lo que me está diciendo esta persona?
  • ¿Que necesito para cuidarme y desarrollarme?

Y cuando nos damos lugar para hacernos estas preguntas, nuestra energía y nuestras decisiones empiezan a conectar y dirigirse hacia eso. 

La brújula entonces son los valores y la actitud: ¿con qué actitud voy a dirigirme hacia esto, y en qué puedo enfocarme que cultive sentido?

Por eso, la aceptación te conecta directamente a acciones significativas con tu vida, al autoconocimiento, a tratarte bien, a mejorar tu autoconfianza. 

Aceptar algo es “estar dispuesto” a ello, es permitirte vivenciar con Atención Plena y en toda su expresión lo que aparezca, para en función de ello, dar el primer paso hacia la acción prudente.

Es desde allí donde cultivamos el verdadero despertar y la bondad verdadera, que son las bases de la acción eficaz.

En conclusión, ¿cómo saber si estoy aceptando algo o me estoy resignando a ello?

Una manera de darte cuenta sería imaginarte la situación desde afuera, como si estuviera sucediendo con otra persona, ¿cómo lo verías?

Entonces imagina que estás en una fiesta de cumpleaños donde hay alguien que no está aceptando la presencia de un invitado indeseado. Imagina que lo estuvieras viendo en un video, desde afuera o que lo estás viendo desde arriba.

¿Cómo verías que esa persona no está aceptando ese invitado indeseado?

Seguramente hay una serie de acciones que estaríamos viendo. Por ejemplo, quizás la persona estaría sentada refunfuñando o comentando sobre la presencia de ese invitado, en lugar de estar en la pista de baile.

Podría ser que esa persona estuviera poniendo esfuerzos en tratar de hacer que esa persona se vaya, tratando de convencer a alguien de que lo eche o que le diga algo para que se vaya.

Otra imagen que podría aparecer de esa persona es estar fumando o bebiendo alcohol de forma abusiva para evadirse, por ejemplo, para no pensar en la mala experiencia que está teniendo.

Es decir, que estaríamos viendo acciones concretas enfocadas hacia el invitado indeseado, o hacia la evasión o bloqueo de ese invitado, pero no hay un enfoque hacia algo positivo, hacia acercarse a disfrutar de las personas que están.

Ahora, de nuevo, volvemos a esa situación y pensamos: si esa persona estuviera aceptando que hay algo indeseado en la fiesta, ¿cómo se vería desde afuera o si lo viéramos en video?

Seguramente esa persona estaría hablando con los amigos en la fiesta, y tocaría otros temas que no tienen que ver con el invitado indeseado. Entonces se lo ve involucrado en las conversaciones, quizás riéndose de algún chiste.

Al no estar luchando, tratando de quitarse o de cambiar la situación con el invitado indeseado, la persona puede mover el foco de ahí hacia sus valores y las cosas que le importan, como bailar en la pista y disfrutar de la fiesta con sus amigos.

7

Para cerrar, quiero dejarte un pedacito de uno de los libros más transformadores que leí sobre el tema de la aceptación – sin dudas un must read de Tara Bach:

“Cuando decimos “me acepto a mí mismo como soy” no estamos aceptando una historia acerca de un yo bueno o malo. Estamos aceptando, más bien, las vivencias mentales y sensoriales inmediatas que interpretamos como “el yo”. […] El aceptarlos de este modo nos capacita para reconocer que la vivencia es impersonal y nos libera de la trampa de identificarnos a nosotros mismos con un yo deficiente y limitado. […] Al aceptar las olas de pensamiento y de sentimiento que surgen y pasan, descubrimos nuestra naturaleza más profunda, nuestra naturaleza original, como un mar ilimitado de despertar y de amor.

Brach, T. (2014). Aceptación Radical.

Por último, quiero invitarte a conocer mi programa ODISEA que comenzará el 21 de mayo.

ODISEA es un programa práctico experiencial con meditaciones guiadas a lo más profundo de tu Ser. El eje que atraviesa todo el programa es la aceptación de tu experiencia.

Durante el mismo vas a aprender a observar tus pensamientos, emociones y sensaciones físicas para mejorar tu conversación interna y sentirte más en calma.

 

Con ilusión de compartirlo contigo, y con amor,

Katu.

Katia Rosenbaum

Psicóloga & Mindfulness Coach.

Máster en Neurociencias de University College London.

7

Quiero compartirte algo:

Hace poco creé un Taller Práctico para dejar de darle vueltas al cocoaunque ya lo hayas intentado todo.

Hace poco creé un Taller Práctico para dejar

de darle vueltas al coco aunque ya lo hayas intentado todo.

Recibilo ahora mismo junto a mis pepitas de conocimientosobre psicología, emociones y Mindfulness.

Recibilo ahora mismo junto a mis pepitas de conocimiento sobre psicología, emociones y Mindfulness.

En mis cartitas te ofrezco mis programas o servicios.

Si te cansás, te das de baja en un segundo.

En mis cartitas te ofrezco mis programas o servicios.Si te cansás, te das de baja en un segundo.